6 DE JUNIO: EL DÍA “D”
Sí, en efecto, este 6 de junio es el día “D”, día de mi cumpleaños, y jamás pensé festejarlo o dejar de hacerlo, llegando a ver una división tan marcada entre mis hermanos peruanos, que hace muy poco celebraban la vida alrededor de un balón de fútbol, abrazados unos a otros, sin importar raza, credo, religión ni posición económica; ahora justo en este día “D”, que ya lo tengo encima, donde uno de los bandos estaría viendo al otro como una especie de Gregorio Samsa, aquél personaje Kafkiano, a punto de convertirse contra todos sus deseos en un insecto a quien nadie desea ver ni oir.
Y los Gregorios Samsa, se ubican en ambos bandos, repito. Unos tienen los deseos justicieros de cambiar el mundo, no importando el cómo ni la forma, solo tiene que llegar el cambio, aunque para ello tengamos que convivir con hombres tan radicales como la propia muerte, y llevarnos de encuentro a nuestros hermanos. No importa si en el camino seguimos a un líder inexistente en fondo, porque lo que interesa es la forma que el pueblo olvidado aprueba, radical e inmediatamente. No hay tiempo para más espera.
No es la primera vez que vemos y validamos este tipo de espejismos mesiánicos. Con el cariñosamente “cholo de Cabana” lo hicimos, hasta con el propio, que de cariño le decíamos “chinito” Fujimori, lo volvimos a hacer, lo subimos al tractor, nos alegramos que esté identificado con el campo como ingeniero agrónomo, y le dimos duro a la ultraderecha de Vargas Llosa. Es decir, siempre hemos aprobado candidatos con tendencia hacia la identificación con el pueblo olvidado. El rechazo hacia el radicalismo empresarial o del gran capital, siempre ha estado implícito, incluso con el ascenso al poder del inicialmente radical Ollanta Humala Tasso. Pero lo que también ha pasado por el subconsciente peruano, tras prácticas descomunales de supuestos adalides de la izquierda revolucionaria como el general Juan Velasco Alvarado y el tristemente célebre primer gobierno de Alan García Pérez, es que nos marcaron psicológicamente con sus políticas erradas, y aún queda en el recuerdo todo aquello para convalidar alegremente una nueva experiencia radical. De allí que a Ollanta Humala le hicieran firmar una “hoja de ruta” y al actual indescifrable grupo pro Pedro Castillo por donde quiera que vaya no se cansen de preguntarle y pedirle que se comprometa a no volver a repetir esas experiencias de políticas radicales, trasnochadas que tanto daño le hicieron al Perú.
Pero Gregorio Samsa es también un insecto con rasgos asiáticos, que amanece de pronto viéndose al espejo y descubre que después de tantos errores cometidos contra su propia gente, debe aceptar su metamorfosis existencial, ese verdadero rostro que siempre tuvo y del cual no pudo desligarse. Así, tal cual, insecto multiforme, debe asumir su castigo, pedir perdón por dónde quiera que vaya, y comprometerse a no volver a hacerlo jamás. Lo ayuda un poco su sexo femenino, tan agredido en los últimos tiempos por una sociedad que no puede renunciar al machismo, gracias a parafraseos desubicados de los que la adversan, incluido el líder, que no es que no mida sus palabras, sino que simplemente no las controla.
Entre tanto, las muchedumbres de adeptos se dicen hasta del mal en que se van a morir si eligen a uno u otro insecto. Justifican los errores de sus líderes, las coimas que se ventilan en las redes sociales alrededor del grupo que pretende llegar al poder, las sentencias y condenas de los convictos y confesos allegados al caudillo o lidereza. Y lo que es más dañino aún, justifican sus planes de subsidio económico, con créditos y bonos a diestra y siniestra hacia las grandes mayorías, no importando el desbalance presupuestal del erario nacional. Es verdad que la pandemia ha golpeado mucho, incrementado la pobreza extrema y que para el hambre del pueblo no hay mañana si el Estado no llega a su puerta; pero no sabemos a ciencia cierta si las cuentas cuadrarán más allá de la pandemia. Total, qué importa, dirán las voces filantrópicas, con tal de salvar vidas.
Por la otra parte, las promesas continúan infiriendo culpas a todo el estamento legislativo, en una especie de vacío legal donde se pretende convencer al pueblo que con las leyes vamos a salir de la pobreza, porque las actuales sólo protegen a los ricos. Y un rugido descomunal se deja oir al respecto, es Gregorio Samsa con sombrero anunciando una nueva Asamblea Constituyente de ser necesaria para elaborar una innovada Carta Magna. Hay alguien que le dice al oído, cuidado pajarito, mira como está el Caribe venezolano tras haber anunciado el fin de su pobreza bajo el amparo de una nueva carta magna. Sin embargo, Samsa hace oídos sordos y continúa su perorata justiciera.
Hago un esfuerzo y observo que a la política peruana simple y llanamente le ha llegado su COVID 19, que pronto vendrán las vacunas reformistas y le reforzarán el sistema inmunológico. Pronto todos procederemos a quitarnos las mascarillas y nos volveremos a ver como antes, con nuestros oxigenados rostros humanos. Y ya no habrán Gregorios Samsa, ni masculinos ni femeninos. Todo volverá a ser como antes, plenaremos las calles y plazas cargando nuestra bandera, nos abrazaremos unos a otros y cantaremos el himno nacional, no por política, como lo hacen los trasnochados líderes demagogos radicales, sino por las grandes anécdotas de la vida, como el fútbol, el volley, nuestra gastronomía, nuestro orgullo turístico prehispánico, nuestra gente andina y selvática, de acero inoxidable. Y despertaremos todos unidos. Entonces, solo entonces, podré escuchar con la habitual alegría del que celebra la vida, un “happy birthday”, sin discriminar el más mínimo aire anglosajón.