El Francotirador de la Azotea
En un escenario de sombras y secretos, donde los árboles se alzan como guardianes silenciosos, el servicio secreto se enreda en una danza de negligencia. El francotirador, Thomas, acecha desde la azotea, su rifle AR-15 en mano, mientras el ex presidente pronuncia su discurso. Pero el destino, caprichoso y cruel, se entrelaza con la ineficiencia policial.
Los oficiales uniformados, grises como las nubes que ocultan la luna, se refugian dentro del edificio, ignorando el techo desprotegido. El muchacho, con la escalera comprada en una fría mañana de sábado, asciende con determinación. ¿Qué esperaba encontrar? ¿El rifle R-15, quizás? Pero el tiempo se retuerce: el meeting, retrasado, desafía su plan.
La munición, 50 rondas, como un enigma matemático. El vendedor, ajeno a la tragedia que se gesta, no sospecha. ¿Cómo podría? El muchacho, con su rostro de nerd y su arma de alto poder, se desliza entre las grietas de la vigilancia. La policía, ciega tras el árbol, no ve. El público murmura, alerta, pero la escalera cae antes de que alguien grite.
Y en la azotea, el cadáver de Thomas revela más secretos. Explosivos caseros, control remoto, un plan de fuga. ¿Quién era él realmente? ¿Un mártir o un villano? Las teorías conspirativas se entrelazan con la realidad, y la camioneta, volando en un último acto de desafío, se lleva sus respuestas.
Así, entre sombras y balas, la historia se teje. Crooks, confiado en su escape, se desvanece en la noche. Y el árbol, testigo mudo, sigue en pie, ocultando verdades y mentiras. ¿Quién sabe qué más se esconde tras sus hojas? Solo el viento, tal vez, susurra sus secretos al mundo.
En los pliegues oscuros de la historia, donde las sombras se entrelazan con la negligencia, Thomas Crooks acecha como un personaje salido de una novela de intriga. Su plan, meticulosamente trazado, se despliega en un escenario de conspiración y errores fatales.
Thomas, el muchacho acomplejado, se desliza temprano al mitin. Las medidas de seguridad, como hilos invisibles, no lo detienen. ¿Por qué? Porque su mente maquina un cálculo preciso: la distancia ideal para el disparo. El aparato, misterioso y letal, mide 150 metros, menos de 500 pies. No un tiro imposible, sino uno factible. La muerte, a esa distancia, se viste de probabilidad.
Pero ¿por qué evita los controles? ¿Por qué el auto, su refugio, esconde bombas caseras y munición? La policía, grises como las nubes, falla. El servicio secreto, cegado por un árbol, no ve. Y Trump, girando apenas la cabeza, se salva. ¿Un atentado o un juego macabro? Las teorías se enredan, como las ramas del árbol.
La jefa del servicio secreto, amiga del presidente, es un enigma. Ex jefa de Pepsi-Cola, ¿cómo cuidará al ex presidente? La clave está en su incompetencia. Irán acecha, y los techos, las azoteas, claman vigilancia. El rompecabezas se arma lentamente, pieza por pieza.
Y el ex jefe de Estado, resucitado de la muerte, se alza como un héroe. No candidato, sino Mesías por aclamación. La historia, como un novelista caprichoso, teje sus hilos. ¿Quién sabe qué más se oculta tras las hojas del árbol? Solo el tiempo, paciente y cruel, revelará la verdad.
Entre la ficción y la realidad, JCR, Julio de 2024