ENTRE TESTEAR
TROZOS EXISTENCIALES
Conforme pasan los años como que nos salen más lunares, queloides, extrañas extremidades húmeras y demás atrocidades en el cuerpo. No nos queda otra que asimilarlas con la paciencia de los dioses. Mi madre en sus últimos años de existencia me decía que ya le causaba tristeza verse en el espejo. Todo se me cae, decía, ya ni me puedo peinar porque siento que me estoy quedando calva. Los dientes, qué digo dientes, las muelas, con y sin juicio, se han ido despidiendo de esta vida que cargo en forma de cuerpo, casi sin avisarme, trozos que alguna vez me pertenecieron y formaron parte de mi belleza, da la impresión que han adquirido vida propia.
NO SOY UN HOLOGRAMA
A cada momento estoy entre una elección de vida o muerte, entre un hálito de aire que me respira en la nuca y que me arrastra por una dirección y no por otra. Este arrastre lineal en el que vivo el aquí y el ahora no es para nada virtual, pero no deja de compaginarse tras haberse endurecido, fosilizado y sobretodo haber adquirido cierto grado de coherencia, no deja de conjugarse reitero con aquello que llamamos destino, que coquetea con un cúmulo de vidas que anduvieron a punto de ser, pero no fueron, que estuvieron a milésimas de haberse podido desprender a cada momento de este hoy, ahora, triunfador, quedándose reducido a circunstancias fantasmales, especie de transiciones cuánticas, plenas de fascinación.
Doy un paso en este instante y mi vida se desplaza hacia el aquí y ahora desde el que hablo, porque habría podido no dar ningún paso y entonces habría sido otro, cada vez más alejado del paso que acabo de dar, como las calles de la ciudad que me circundan que antes seguro eran sólo paisajes sin paso humano alguno.
Finalmente quedo envuelto por millones de alucinadas realidades virtuales, entre billones de caminos que no una sino muchas veces podría haber tomado produciendo un cambio matemático infinitesimalmente tan exacto como el que ahora vivo desde mi ángulo de avance existencial.
Digo yo, es una forma de decir, no soy un holograma, aunque por lo general estoy a punto de serlo.
SE ME OLVIDÓ
Durante tres décadas se me olvidó respirar oxigenado a pesar de estar viviendo en medio de la naturaleza; estornudar ante un polvo o resfriado, más no ante bombas lacrimógenas, por estar habitando esperanzas en medio de la vileza; arrojar alguna bilis tras un exceso de comida o algo que se le parezca; apreciar el entorno, oír más que escuchar, amar entre el desamor, reír entre contrapunteos de tristeza, producir leucocitos, instalarme anticuerpos medicinales dentro de una eterna crisis sanitaria. Se me olvidó que mi cabello tenía que mantener su crecimiento y que mi estómago tenía que recibir sus tres alimentos básicos diariamente, que tenía que pensar sobre mi destino en este mundo ancho y ajeno, y con ello repensar que tenía que cortejar una dama para constituir una familia. Recostado sobre mi iracunda existencia, como una estatua humana del Jirón de la Unión o de Sábana Grande, veo pasar a la gente insensible ante mi cuadro aculturado de sabiduría existencial y sin embargo, nadie deja una moneda, un billete, un pedazo de pan donde sentarme. A nadie le importa que sepa mucho, y pese a ello jamás dejé de comprender que sólo aquellas páginas, aquellos libros, son mi remedio, mi explicación terrenal, entonces continúo leyendo al extremo de entrar en trance de ceguera y esquizofrenia celestial.
EL DESORDEN MÁS ORDENADO DEL MUNDO
Mercado central es el desorden más ordenado del mundo en opinión de un gringo, no Williams, sino neoyorquino, que alguna vez medio se perdió en “mesa redonda”. Cada carretillero, vendedor ambulante, peatón o vigilante que literalmente lo atravesaba, cumplía su rol, su orden establecido por el comercio limeño. Sin embargo, guardo fijaciones que relatan historias diferentes, hasta sueños que acentúan y confirman lo contrario, es decir, que somos un caos, y que, ubicados ahí, en la encrucijada de mi mente, construimos un mundo lleno de sucesos y fantasías indescifrables, que piden en voz alta ser descifrados. Es como si un ciclo de nuestras vidas se viniera abajo: los cables se van desconectando y las conexiones con los edificios de la superficie se van interrumpiendo. En nuestras mentes hay escenas que difícilmente logramos ubicar y menos podemos comprender aún, como si formaran parte de un rompecabezas arrojado a la deriva, como unas elucubraciones que esperan ser interpretadas algún día no muy lejano, digo yo, es como decir, tal vez nuestra felicidad es un literal laberinto.
JUEGO INDESCIFRABLE
Tal vez, oh jugador, ya no podrás jugar, decía el poeta, y no puedo evitar interrogarme, si nuestros recuerdos más pretéritos, esos que recorren nuestras famélicas existencias de punta a punta, son tan nítidos como para adversar a otros miles de momentos, sin duda más importantes que abandonan de un momento a otro nuestra memoria, si, y al mismo tiempo, los sueños que nos obsesionan con su transparencia, y que da la impresión, parecen estar formados por la misma fórmula famélica de masa que nuestros recuerdos obsesivos, conspiran y constituyen una suerte de juego, una prueba que tenemos que superar en medio de esta inexplicable aventura llamada vida.
EXPERIMENTOS
Existe en medio del caribe una prueba de laboratorio instalada por la mano oscura del imperio. Al principio la orden fue propiciada por el alza del petróleo. Vino una bonanza económica que sacó de turismo a más de uno enamorado de la vida. En medio del exceso de ingresos económicos cual ratones de experimento comenzaron a reproducirse los extremos, muchas mujeres se hicieron madres sólo por cobrar por cada niño dádivas populistas del gobierno terrenal. La bonanza económica se vino a pique pues el precio del oro negro descendió y ante la ausencia de un gobierno provisorio no hubo siembra petrolera. Renacieron las miradas, los ruegos, las velas encendidas, hacia un gobierno celestial, humanitario.
Entonces, cual ratones de laboratorio la muchedumbre corrió por los pasillos existenciales del llano y las ciudades, y el hambre anduvo alegre hasta cantar en su hueso. Nuestro cerebro es incapaz de interrogarse a sí mismo, por qué llegamos a esto, por qué este laberinto donde me encuentro y al mismo tiempo me desencuentro. No será que este enredo, con sus simetrías, con su círculo cerrado y su pedacito de queso al finalizar el pasillo más lejano, es la mejor prueba de que existe un mundo supremo, una inteligencia artificial donde mi alicaída mente no es sino un simple balbuceo en la oscuridad. ¿No será que todo esto es la mejor prueba de que la culpa es del imperio? Pero nuestros vecinos no están tan mal como nosotros, la tierra de Evo, de Correa por ejemplo. ¿Será que algo hicimos mal camarada y equivocamos el camino? Sin duda mi comandante, sin duda.
MODO POETA
Nos ilumina unánimemente la existencia y somos elegidos porque a diferencia de un insecto o de una planta que también existen, podemos pensar en espacios lógicos y construir demos del mundo en el que nos movilizamos en escalas reducidas y virtuales, mientras nuestras extremidades al mismo tiempo dan rienda suelta a sus antojos en inconcebibles mundos reales, físicos, uno de ellos el fútbol, las artes, la escritura. Y somos elegidos porque a diferencia de andar en “modo” mercaderes o gasfiteros o militares o meretrices y otros modos existencialistas, podemos pensar sobre nuestras elecciones y podemos meditar meditando en modo poeta.
TEACHER
A veces me sitúo mal en este mundo, me siento por encima de ellos y me obligo a juzgarlos como un ridículo dios que califica lo correcto o lo descalifica. Qué cómo puede no saber si se escribe con acento o sin acento, con mayúscula o sin mayúscula y sin embargo, en el bus repleto de pasajeros, con su ignorancia a cuestas, es el único que se para y le da el asiento a una dulce viejecita que pudo ser la madre del encorbatado doctor summa cum laude que viaja al lado y se hace el dormido. Y esta otra alumna que parece un gato literal pues hiede fuerte por su perfume barato, siendo la burla de los alumnos y sin embargo, más allá de sus sucios cuadernos, siempre hace la tarea, no sólo de la clase, sino la tarea del hogar, cuidando a sus hermanitos, cocinándoles, lavándoles y planchándoles sus ropitas, ya que vive sola con su humilde padre. Y qué decir del “negro” Luna, a quien se le ha confiscado todo lo prohibido que un alumno puede y debe llevar en un bolso de colegio, y sin embargo, cuando se le ocurre lanzar loas a su maestro, en pleno recreo despierta el alboroto y “rapea” cual “sonero” de memoria:
El teacher de inglés es un alto pana, cuando no “sabés”, te corrige la plana.
No hay poema por largo que sea que no quepa en su prodigiosa memoria.
Sin duda, a veces me sitúo mal en este mundo, me siento por encima de ellos y me obligo a juzgarlos como un ridículo dios que califica lo correcto o lo descalifica.
SOY UN MONSTRUO
Oye si pudiera ser consciente que en este mismo instante al escribir y generar estas ideas desde mi pensamiento extremo albergo en mi interior millones de sustancias gelatinosas, gases inflamables, ríos de sangre que circulan por venas, sustancias putrefactas que andan solicitándome que me ponga en posición de arquero a punto de atajar un penal para por fin abandonarme literalmente tras haberme nutrido y sentirme lleno y pleno de continuar con esta fatigada vida. Si pudiera concientizar que el arroz, el pan, las harinas en general se convierten en azúcar y que mi sangre las transporta sin problemas mientras no sean excesivas. Si tuviera conciencia que mi flora intestinal tiene billones de bacterias benignas, cifra diez veces mayor que el número de células que tengo en mi cuerpo. Y que de hecho, mi existencia sería muy complicada sin ella y probablemente viviría menos tiempo y mucho peor de lo que vivo. Si tuviera conciencia que mi sistema digestivo tiene una superficie de 300 metros cuadrados, similar a una pista de tenis, tal vez no me perdería Grand Slam alguno, ni dejaría de saber por qué Novak Djokovic se resiste a vacunarse contra el Covid.
Si tuviera conciencia que todo esto que comento sucede automáticamente en este mismo instante en mi perfecta existencia, con mi ignorancia plena y sin mi voluntad por razones ajenas a las mías. Algo así como un inevitable pedo que suele dispararse casi sin avisarme, sonrojándome o marcándome como un repugnante individuo ante la impoluta sociedad. Si este animal que llevo dentro es tan automático que anda suelto en este mundo casi por inercia, digo yo, consciente dentro de mi inconciencia, ¡cómo lo controlo!, ¡cómo compagino con él año tras año!, ¡cómo convivo!, ¡cómo continuo con esta bocanada de aire, con este tubo que aspira materia estructurada y elimina materia desestructurada!, ¡cómo, por decoro, disimulo este monstruo microbiano que habita en mi cual irónico “Venom”!
HEME AQUÍ, AQUÍ HEME
Mi mirada no trasluce inteligencia sino todo lo contrario. Pese a ello puedes a través de ella llegar a comprender cómo es realmente el ser humano. Si deseas puedes buscar la respuesta en medio de los rascacielos de Manhattan o en los palacios de Dubai o Emiratos Árabes, pero en verdad os digo que allí no lo encontraréis. Y hablo así para darme un hálito de prestancia superior a lo que voy a deciros. Venid a buscar la respuesta aquí en este humilde recodo latinoamericano donde las horas parecieran detenerse alrededor de paisajes de basura, olores a trago y cigarrillos baratos. Observa como me quito estos andrajos para colocarme desnudo en posición fetal sobre unos cartones que me sirven de aposento. Mirad mi frágil contextura física, escuálida, mi escasa cabellera, mis desgarbadas extremidades, mi barriga ruidosa tras un día más pasando la saliva. Y pese a ello, heme aquí el hombre aquel que andas buscando, el hombre de verdad, el que aprieta los dientes y sonríe en medio de esta vida dolorosa e insensible, aquel que no se da por muerto pese a haber sido desahuciado por la vida, el que se aferra a envolverse en harapos de química viva. ¡Heme aquí, aquí heme!
JCR