JAMÁS, SEÑOR MINISTRO DE SALUD, FUE LA SALUD MÁS MORTAL

JORGE CARRION RUBIO
6 min readMay 25, 2020

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“Hay alguien detrás de todo esto, pero no del primer mundo, sino de aquí de muy cerca, de este tristemente célebre tercer mundo, entre nosotros nos estamos matando, hay quienes se enriquecen a costa de nuestra tragedia existencial…”

Estar frente a frente al Covid 19 es realmente espeluznante, conversar con un paciente portador de tan terrible mal en plena pandemia, es un poco hablar con la propia desesperación en su máxima expresión. Sin embargo, todavía hay quienes dudan de todo esto. Hay quienes continúan especulando y echándole la culpa a un contrapunteo mediático entre las fuerzas del primer mundo que se han propuesto acabar con el tercer mundo. Son una especie del evangélico Pedro que pese a ser un discípulo de Cristo, caminó hundiéndose en las aguas movedizas de su propia existencia tras no creer en su salvador; andan buscándole la palma de la mano al mesías resucitado, para tocarle los agujeros desclavados de la cruz y recién entonces creer en Dios.

Les cuento que como al fin y al cabo soy un poco de aquí y de más allá, es decir, un poco venezolano y a la vez peruano, los últimos días he tenido ese contacto directo con aquellos seres tocados por la demoniaca pandemia, y en consecuencia, asfixiados en sus ya afligidas existencias. No he desempeñado funciones tan crudas como las difundidas por los medios de comunicación, donde un grupo de venezolanos se han dedicado a literalmente enterrar o incinerar a los muertos por covid, pero he circundado aquellos últimos momentos existenciales, con pacientes portadores de coronavirus que han acudido a ser tratados por médicos neumólogos para que les receten o indiquen alguna salvación a sus dramáticos cuadros de vida. Allí les he medido la temperatura, la presión y los he acompañado a que les saquen sus placas de rayos “x”. En ese trajín, he sentido sus agitaciones, he acompañado sus pasos aletargados, sus parafraseos atorados por la falta de aire, sus mensajes melancólicos, sus inclementes llantos.

Sin duda que esta terrible enfermedad ha puesto al descubierto una vez más la eterna lucha entre el bien y el mal, y como era de imaginarse, lamentablemente dentro de las fuerzas del mal, la tan maquiavélica pandemia tiene aliados de poder detras del poder tercermundista que nos domina. Para muestra sólo el botón de los ministros y jefes de la policía nacional que inflaron precios inmisericordemente a toda la logística sanitaria adquirida por el gobierno para luchar contra este mal invisible. Pero tomémosle la palabra al jefe de estado cuando dice que si alguien sabe algo más que lo comunique para hacerle llegar todo el peso de la ley a aquellos funcionarios que están inmersos en actos de corrupción. Y sin embargo, la procesión sigue por dentro y no hay castigo que salte a la vista. Por ejemplo, sabían ustedes que si un familiar cae en cuidados intensivos y es llevado a una clínica privada, el acceso por normas sanitarias a los familiares será nulo hasta que Dios mediante le den de alta. Entre tanto, se han puesto a pensar ¿hasta dónde el juramento hipocrático se cumple con su paciente en cuidados intensivos? Bueno, lamentablemente les tengo malas noticias, lo menos que se cumple es el juramento hipocrático, y no por negligencia del médico tratante, sino por órdenes de los jefes máximos de las clínicas privadas que si te revelas te dan de baja. De buena fuente, con lágrimas en los ojos de impotencia, un médico confiesa que ante la comprobación de unos pacientes en la sala de covid de una clínica limeña, sin el cuadro de fiebre, ni problemas de respiración, tras haber superado el trance más complicado del coronavirus, y en vista de encontrarse compartiendo habitación con un portador de esta enfermedad en estado crítico, el médico decide darles de alta a los pacientes con asistencia de la enfermera de turno. Pero qué va, órdenes supremas le indican que esos pacientes no pueden abandonar la sala de cuidados intensivos. Cada uno de ellos es considerado monetariamente por el patrón de la clínica cinco estrellas y adiós juramento hipocrático.

Cuando un especialista examina a un paciente con problemas respiratorios lo normal es medicarlo y si amerita pedirles alguna placa toráxica o RX, pero si no lo haces, una vez más la voz suprema de la clínica le indica y en el peor escenario le reclama al médico tratante: “doctor qué le está pasando, veo que Ud., no pide ningún exámen, hay que pedir exámenes doctorcito, recuerde que por esos exámenes hay una comisioncita”. No interesa la opinión profesional del médico sino el negocio.

Aquí nos detenemos para una vez más, como en tiempos bíblicos, citar aquello que dice: «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8:7) Y todos los peruanos al unísono asentirán que eso de las “comisioncitas” es una práctica mundana que está impregnada en nuestra sociedad, y lo otro, elevado a la enésima potencia, de tener a un paciente curado junto a los contaminados, sólo por ganarse unos soles más, cual judas bíblico, configuran el grado de degradación social al que hemos llegado en plena pandemia, donde se suponía que esta cuarentena iba a servir para que nuestros hombres mal encaminados, abandonen esas andanzas y enderecen sus pasos. Pero qué va hermano, qué va… como diría el poeta, “hay alguien que ha bebido mucho, y se burla, y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara de amarga esencia humana, la tumba…”

Hay alguien detrás de todo esto, pero no del primer mundo, sino de aquí de muy cerca, de este tristemente célebre tercer mundo, entre nosotros nos estamos matando, hay quienes se enriquecen a costa de nuestra tragedia existencial, y dificulto yo que no haya llegado a oídos del ministro de salud este tipo de dramáticos cuadros no publicados, sino al contrario, ha de ser uno de los primeros en saberlo. Sino, hace rato se habría curado en salud, creando una comisión de fiscalización sanitaria por parte del Estado, que diariamente, de ser posible, esté chequeando el accionar de las tan privadas y renombradas clínicas cinco estrellas peruanas.

Al parecer todo lo narrado ya siglos antes fue asimilado por el poeta:

Y, desgraciadamente,

el dolor crece en el mundo a cada rato,

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces

y la condición del martirio, carnívora, voraz,

es el dolor dos veces

y la función de la yerba purísima, el dolor

dos veces

y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,

hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,

en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!

Jamás tanto cariño doloroso,

jamás tanta cerca arremetió lo lejos,

jamás el fuego nunca

jugó mejor su rol de frío muerto!

Jamás, señor ministro de salud, fue la salud

más mortal

y la migraña extrajo tanta frente de la frente!

Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,

el corazón, en su cajón, dolor,

la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,

más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece

con la res de Rosseau, con nuestras barbas;

crece el mal por razones que ignoramos

y es una inundación con propios líquidos,

con propio barro y propia nube sólida!

Invierte el sufrimiento posiciones, da función

en que el humor acuoso es vertical

al pavimento,

el ojo es visto y esta oreja oída,

y esta oreja da nueve campanadas a la hora

del rayo, y nueve carcajadas

a la hora del trigo, y nueve sones hembras

a la hora del llanto, y nueve cánticos

a la hora del hambre y nueve truenos

y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,

por detrás, de perfil,

y nos aloca en los cinemas,

nos clava en los gramófonos,

nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente

a nuestros boletos, a nuestras cartas;

y es muy grave sufrir, puede uno orar…

Pues de resultas

del dolor, hay algunos

que nacen, otros crecen, otros mueren,

y otros que nacen y no mueren, otros

que sin haber nacido, mueren, y otros

que no nacen ni mueren (son los más).

Y también de resultas

del sufrimiento, estoy triste

hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,

de ver al pan, crucificado, al nabo,

ensangrentado,

llorando, a la cebolla,

al cereal, en general, harina,

a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,

al vino, un ecce-homo,

tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!

¡Cómo, hermanos humanos,

no deciros que ya no puedo y

ya no puedo con tanto cajón,

tanto minuto, tanta

lagartija y tanta

inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!

Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?

¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,

hay, hermanos, muchísimo que hacer.

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JORGE CARRION RUBIO
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Written by JORGE CARRION RUBIO

Soy tal vez aquella brisa que acaricia tu existencia, es decir, escritor, poeta, periodista, hombre de a pie. Si me buscas en google reconocerás mis pasos…

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