LA ERA DINA
Partir de lo posible para llegar a lo deseable
Pedir imposibles es parte del clamor del pueblo, así damos vueltas alrededor de supuestos mesías que utópicamente vienen a resolvernos la vida y en el camino nos vamos llenando de decepciones. Si sumamos los años de los tristemente célebres gobernantes a quienes le hemos dado el poder de dirigir nuestros destinos, descubriremos que con ellos se nos ha ido la vida y lamentablemente la de nuestros hijos, es decir, la de nuestras próximas generaciones. Pero así es el juego existencial, es un guión al que nos tenemos que acomodar de una u otra forma una vez instalados en este mundo ancho y ajeno.
Si observamos bien el desenlace político peruano de las últimas horas, descubriremos que ha habido un giro que si bien es cierto era una variable que estaba anotada dentro del guión de los analistas, también es verdad que esa teoría en la práctica es ahora, y sólo a esta hora (mañana puede ser tarde), una oportunidad única en su género, y nos referimos precisamente al género femenino instalado en el poder político peruano con la nueva mandataria Dina Ercilia Boluarte Zegarra. En un país machista, a no dudar, sin ser pitoniso, algo tiene que pasar en automático. El sólo hecho de su asunción al poder es una oportunidad para aleccionar a sus predecesores, todos sin excepción, cortados por el mismo molde de la corrupción. Dina puede llegar a convertirse en el punto de quiebre entre el contrapunteo contraproducente de ultraizquierdistas contra ultraderechistas, colocándolos en el mismo saco a sus predecesores que de uno u otro bando han venido cayendo en la tentación del enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias. Considerando las virtudes de la mujer peruana, la mandataria puede llegar a constituir una configuración femenina de voluntades que le de un vuelco definitivo al nido de ratas en la que se ha convertido la administración pública. Debe de aplicarse la meritocracia en su máxima expresión.
Sin embargo, Dina se siente acorralada por la jauría machista que siempre se ha cobrado y dado el vuelto en las instancias del poder político peruano, y al no tener respaldo partidario, siente que cualquier movimiento ajedrecístico será “chuponeado” por los eternos dueños del poder limeño, de manera que no descarta el adelanto de elecciones generales al enterarse de las movilizaciones de apoyo de la población en algunas regiones del Perú tras la vacancia y detención del expresidente Pedro Castillo.
Al mismo tiempo, los legisladores de la República llegan a esta instancia cargando el peso de su inacción legislativa ante los graves problemas por los que atraviesa el país, no sólo en lo político, sino incluso en las esferas sociales. De manera que no llame mucho la atención que tengan las horas contadas, mientras Dina intenta reorientar la relación entre el ejecutivo y legislativo que no data de una ruptura reciente, sino que responde a un periodo de cuatro años con seis presidentes en contrapunteo político con el congreso, debido a elecciones en las que no se obtienen mayorías parlamentarias.
Partir de lo posible para llegar a lo deseable implicaría que la ultraderecha comprenda el papel protagónico de una abanderada mujer que le devuelva la convivencia entre todas las sangres y que bajo un mismo concepto “Perú”, cual selección anecdótica de fútbol, apuesten por sacar adelante el país. Implicaría también que la ultraizquierda entienda que el autogolpe de Castillo, es quizás un error que sin querer queriendo les puede caer como anillo al dedo conciliador de mantener el poder político de tendencia izquierda, bajo la figura de Dina Boluarte, y con la posibilidad de no caer en la polarización del pueblo peruano en tiempos donde no hay espacio para seguir dividiendo voluntades, sino para sumarlas. Para ello, sólo basta con mirar a nuestros vecinos del sur o del caribe, que se debaten en divisiones explosivas, con devaluaciones monetarias y pobreza extrema.
Amanecerá y veremos…