LAS LOCURAS DEL DOC

JORGE CARRION RUBIO
7 min readJul 19, 2021

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“La conciencia se siembra, como las plantas hermano, como las plantas…” decía un loco caribeño que simulaba ser un “Ras tas tas” loco de la calle. Aunque a nosotros los locos de un momento a otro se nos hace un crack y abandonamos todo y al poco tiempo nos vemos sucios con la mirada extraviada durmiendo en un rincón junto a los solitarios perros abandonados por sus amos.

“Yo soy loco hermano, sí, no te equivocas, aún tengo que reportarme en el Larco Herrera”, decía un paciente que andaba buscando al dentista. “Ando saliendo de ese estado en el que llegué a un momento en el que todas las cosas se me juntaron en el cerebro al extremo de tener tanta claridad que me cegaba los sentidos. Era como mirar directo al sol, tan claro como verlo a usted, hasta empañarme la vista. Pero descuide ya estoy bien, ¿se encuentra el Dr. Sanguinetti?”.

No se encuentra, sólo viene previa cita a atender a sus pacientes, dame tu nombre para llamarlo y ver que día te puede atender.

Dr. Sanguinetti aquí lo busca un paciente un poco extraño, manifiesta estar aún reportándose en el Larco Herrera, pero que ya anda bien como para atenderse con usted.

No hay problema Jorgito, ese pata está loco pero anda medicado, descuida, lo he tratado varias veces y sé cómo controlarlo. Dile que si no está apurado que me espere, estoy relativamente cerca. Calculo que en una media hora estaré por ahí.

El extraño paciente medio se durmió en la sala de espera, aguardando la llegada del doctor. Noté su mirada desviada hacia alguna parte que no era parte alguna de la clínica. Estaba extremadamente delgado con los ojos hundidos en sus cuencas y los pómulos salientes. El doctor más adelante me comentó que el loco vivía con su abuela y que andaba en franca recuperación, ya al menos comía sus tres alimentos básicos del día. Tenía un ligero parecido a Torombolo de Archie. Según decía había sido un estudiante muy aplicado e inteligente, pero al parecer alguna decepción lo llevó hasta las drogas que terminaron por desquiciarlo. Tras esa revelación nuestra curiosidad de querer comprobar esa inteligencia a veces nos hacía preguntarle algunas cosas rebuscadas cada vez que acudía a la clínica. La introducción a esta cita odontológica era la mejor prueba de su extraña sabiduría. Hasta que llegó el doctor.

Dime, ¿te has tomado tus calmantes?

Si doctor, sólo quiero que me saque una muelita que me viene fastidiando y que me haga una limpieza, sólo tengo cien solcitos, es mi presupuesto.

Bueno, vamos a hacerlo a ese precio sólo por tratarse de ti. Ya sabes que no me gusta perder tiempo, tienes que colaborar. Nada de nervios, sino damos por concluida la consulta.

Descuide doc mantendré la calma.

Jorgito, préndeme la compresora que aquí a mi compadrito le voy a blanquear la sonrisa. Con él no tengo problemas, puedo trabajar hasta sin anestesia y “no pasa nada”, como diría Morosini. (Se echaba a reír)

Por ahí aseguran que los locos son gente complicada y turbia. Dicen que esos seres que irradian locura están signados con la marca de la tragedia. No es cierto, con el ejemplo de este paciente se archivan esas palabras porque el loco es un ser común y corriente. Además, de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco. Nadie actúa siempre racionalmente, puesto que en su conducta a veces irrumpen sin control las fuerzas típicamente ilógicas del arte (música), el amor (poesía) o la locura. A mi cuántas veces no me han dicho loco. Y yo les doy la razón, loco de genio hermano. Desde mi adolescencia de peruano de carne y hueso, me ha impregnado la locura, un aliento distinto, fresco y renovador de ver la vida con optimismo, de estar dispuesto a hacer lo inesperado cada día.

En efecto, Miguel Sanguinetti era un gran odontólogo huancaíno, que no sólo se instruyó en la crítica académica odontológica peruana, sino que se hizo odontólogo en la hermana República de Argentina. Cuando uno hablaba con él hablaba un poco con el ché que alguna vez fue allá en Buenos Aires. Aún le quedaban destellos del acento gaucho. Cuantas veces reflejaba su mirada opacada por el humo del cigarrillo que le habían prohibido fumar, fijada en sus años de estudio en la Universidad de la Plata o en su añorado Huancayo. A pesar de su alturado conocimiento de la ciencia odontológica y de sus incontables pacientes que lo solían buscar, no le iba bien económicamente con la profesión. Tenía que ingeniárselas para subsistir, vendiendo quesos frescos recién llegados de Huancayo, macas, quinuas y mieles de abeja que los distribuía a pedido por Jesús María, Lince, Magdalena, Surco, por donde se lo solicitaran. Quería hacerse de un vehículo para dedicarse a taxear por las calles limeñas. Pocos planes tenía de la mano de su profesión, la veía destruida por el mercantilismo y porque en sus buenos tiempos no eran tantos los profesionales de la odontología que se anunciaban por las calles limeñas, ahora cualquier hijo de vecino era odontólogo, graduado en un dos por tres por las universidades de mando medio que copaban Lima. Su fuerte odontológico eran los terceros molares. No hay tercero molar que me ponga resistencia Jorgito, ni paciente por más loco que esté que lo resista.

Y así fue aquella tarde, el loco pasó la prueba, no sin antes, en algunas pausas de la extracción, escuchar una voz enérgica de parte del doctor que lo devolvía a sus cabales de tranquilidad al paciente que parecía comprender que había definitivamente alguien mucho más loco aún a todas sus locuras. Esa fue la última vez que el Dr. Sanguinetti acudió a la Clínica. Después vino la pandemia y sólo atinó a comunicarse vía telefónica.

Aún sigues en la Clínica Jorgito, preguntaba. Como esa enfermedad es muy delicada supuse que habías puesto a tu familia a buen recaudo.

Es verdad doctor, andamos en eso, Dios mediante pronto lo haremos. Y ¿cuándo viene por aquí? Mire que siempre preguntan por usted.

No sé Jorgito no sé. Creo que no volveré hasta que pase la pandemia. Casi no salgo de casa. Y cuando lo hago salgo super enmascarado. Ya uno no puede ni quiere hacer cola. Las tías se quejan cuando uno medio se les acerca. La gente anda traumatizada y terminan traumatizándolo a uno, inmediatamente te gritan: aléjese señor, tome su distancia. Y yo no estoy para aguantar pulgas. Ni mi madre que en paz descanse me levantaba la voz para venir a soportar la bronca de estas viejas amargadas. Cuídame mi silla Jorgito, cuídame mi puesto.

Efectivamente, el doc tenía su carácter y genio, y como suelen decir las malas lenguas, los locos de genio también se mueren. Nos dejó Miguelito en su dormitorio y en una mano los memes de su celular y en la otra una estampita de la virgen. Se fue Miguel Ángel Sanguinetti Vega que tanto sabía de los misterios de la vida y sus arreboles. Y yo que oí gritar a Rosales, el que hace la limpieza de la clínica, tras literalmente caerse y rajarse el vidrio del diploma del doc que aún era parte de su consultorio; y que también oí dar una extraña queja a la odontóloga Noelia tras una extraña inmovilización de la silla dental en plena consulta a una paciente, el mismo día que nos comunicaron su repentino fallecimiento, supuestamente de un ataque cardiaco. Y tú que lees estas líneas y que alguna vez viviste o imaginaste la seducción en su palabra de actor italiano, perdona a estos imberbes que creen que un odontólogo es un loco o un pelotudo. Y aunque me asombre su vacío cada tarde de citas, será interminable, y en él ese instante de las dos eternidades, porque la vida es un instante entre dos eternidades, será también perpetuo e infinito. Como diría Antonio Cisneros en su poema: “Yo, espero que las aguas se separen y vuelvan a juntarse y todo quede / limpio y azul. Como en el mapa”.

Buen viaje Miguelito, buen viaje. Imaginaré que andas por Mar del Plata o por Huancayo a la espera de algún viejo celaje. Si supieras que él loco anda más loco que nunca. Ya le dije lo qué te pasó, se pone triste y se retira. Pero luego vuelve a venir o llamar después de un tiempo y a preguntar por ti nuevamente. Le recuerdo lo que te pasó, vuelve a ponerse triste y se retira. Pero siempre vuelve, vuelve y vuelve. Sin duda, es una prueba que por sobre todo diagnóstico vive el amigo. Quizás por ello estas líneas. Salud Miguelito, salud!

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JORGE CARRION RUBIO
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Written by JORGE CARRION RUBIO

Soy tal vez aquella brisa que acaricia tu existencia, es decir, escritor, poeta, periodista, hombre de a pie. Si me buscas en google reconocerás mis pasos…

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