PEDRO CASTILLO: ENTRE UN VIRAJE CAVIAR, UNA TREGUA DE APRENDIZAJE O LA CONSTITUCIÓN DEL 79
“Subir a la cima es fácil, lo difícil es mantenerse”, ese es el reto del nuevo huésped de Palacio de Gobierno, Pedro Castillo, que a partir de este 28 de julio de 2021, en el marco del bicentenario de la independencia, deberá asumir el máximo poder político peruano.
Aunque llegar a la cima no haya sido nada fácil para él, como es lógico, lograr este tipo de aspiraciones políticas son designios complicados destinados sólo a algunos elegidos por las masas populares. Pero una vez ubicado en la cima hay que dar la talla, más aún si el respaldo popular del pueblo peruano está partido en dos mitades. Y dentro de esta dualidad, hay que estar del lado del pueblo pobre eternamente olvidado por los gobiernos de turno, como fueron las consignas y discursos durante su campaña; en caso contrario, cualquier coqueteo con el pasado corrupto y discriminador puede significar que las masas de a pie nos hagan literalmente la cruz en un futuro no muy lejano.
En este sentido no sabemos hasta dónde el voceado probable ministro de economía Pedro Francke sea la mejor garantía para el continuismo del modelo económico que ha venido aplicándose en el Perú, desde tiempos de Alejandro Toledo, que para los opositores de Perú Libre durante la campaña siempre ha sido una cartera que había que conservarla tal como está. Da la impresión que desconocemos la información confiable que arroja la Contraloría General de la República en la que se indica que aproximadamente 150 mil millones de soles literalmente se han perdido desde el último quinquenio, es decir, desde tiempos de PPK. Y que a la fecha una reciente auditoria indica que el Estado peruano tiene una deuda de 250 mil millones de soles. Lo que equivale a un presupuesto y medio de deuda contraída por estos célebres manejos económicos que supuestamente hay que seguir conservando.
Se atreverá el citado cuasi ministro o cualquier otro que finalmente designe Pedro Castillo, a enfrentar estas caídas libres económicas propiciadas por los monopolios y eternos dueños del Perú, o se hará de la vista gorda, por ejemplo, del último gasto de 20 mil millones de soles realizado por el anecdóticamente célebre Francisco “Pancho caviar" Sagasti. Será capaz de cuestionar y pedir que se investigue a profundidad los 95 mil millones de soles que a la fecha no se sabe en qué gastaron los regímenes de Vizcarra y Sagasti en materia de salud pública desde que se inicio la pandemia. Se atreverá a aplicar un gran plan de reactivación económica que frene el desempleo y permita que regiones de nuestra sierra reduzcan su pobreza. Sabrá evitar que el dólar se continúe disparando, desestabilizando la economía nacional, para lo cual tendrá que reconocer que si no toma los planteamientos estipulados en el ideario de Perú Libre (PL), sobre la minería por ejemplo, comenzará a perder legitimidad ante sus mentores ideológicos. Es decir, que si los planteamientos de PL no son tomados en cuenta, se estaría gestando la primera negación a lo que se le ofreció al electorado radical durante la campaña.
En este sentido, el nuevo mandatario tras encontrarse entre la espada y la pared, estaría comenzando a dar su primer viraje hacia una versión actualizada del Humalismo. ¿Dónde quedaría entonces esta oportunidad histórica, bicentenaria, de refundar la República, con nuevos valores éticos y morales para hacer cambios de fondo en el Perú?, dirán sus radicales seguidores. Si a Ollanta Humala, la democracia lo condenó en ésta última elección con el olvido, condena que ratifica la prisión preventiva de la que fue objeto y que aún anda en deliberación frente a la justicia peruana; un viraje de Pedro Castillo hacia un gobierno demasiado “cosito” sería considerado como un acto de traición a la patria por parte de sus correligionarios, y no nos extrañe que llegado el caso, sus actuales detractores pasarían a ser sus interesados nuevos defensores.
Si Castillo no demuestra que puede gobernar el país con gente capaz, para nada desempleada ni caviar. Si se quita de encima los radicalismos trasnochados de supuestos asesores que le plantean modificar las concesiones mineras a costa de desconocer que el CIADI, organismo líder a nivel mundial dedicado al arreglo de diferencias relativas a inversiones internacionales, al cual está suscrito el Perú, lo sancionaría con multas millonarias que tendríamos que pagar, si o si. Si continúa proponiendo una nueva Carta Magna que le quitaría como mínimo casi la mitad de su periodo gubernativo, entre la convocatoria, elección y puesta en vigencia de la misma; estaríamos repitiendo la experiencia venezolana que hizo que los primeros años del chavismo se debatieran en perder valiosos años por elaborar una supuesta carta magna liberadora del capitalismo salvaje, y que a la postre, tres décadas después, se ha convertido en la esclavizante connotada carta magna socialista del siglo XXI. Años de convocatoria asambleísta que para el caso venezolano, repito, contó con el soporte económico del repunte internacional de los precios del petróleo; mientras que para el caso peruano se elaboraría en el fragor de una pandemia sanitaria, económica y moral sin precedentes.
A llegado la hora de romper con todos los esquemas, pues como es obvio no se puede complacer a todo el mundo, así es que lo mejor que puede hacer el profesor Castillo es ajustarse a derecho y hacer alusión a la Constitución de 1979, restableciéndola, donde ipso facto, entraría en vigencia la misma, y no habría que esperar ni un minuto más para aplicar las reformas necesarias que requiere el Estado. Esto, gracias a la existencia de una cláusula pétrea que obliga a todo máximo funcionario del Estado peruano a restaurarla. Siendo su argumentación irrefutable: La Constitución Política del Perú de 1979 se encuentra vigente y por ende todos los peruanos le debemos obediencia. Tal como lo estipula su Art. 307:
“Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de observarse por acto de fuerza o cuando fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En estas eventualidades todo ciudadano investido o no de autoridad tiene el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.
Tuvieron su oportunidad de restaurarla mandatarios anteriores como Toledo, el propio García Pérez, Ollanta Humala, PPK, etc., pero no se atrevieron a hacerlo. Prefirieron ampararse en el infausto estatuto de 1993 implantado por el gobierno de facto de Alberto Fujimori. Una vez restablecida la vida democrática con el gobierno de transición de Paniagua, todos estos últimos Presidentes han ejercido ilegalmente la Presidencia y son culpables de la ilegitimidad jurídica del gobierno peruano. De restaurarse la Constitución de 1979 sería la medida más rápida para ejercer el poder político de cambios que requiere el Perú bicentenario.
En medio de todos estos análisis el nuevo mandatario ha manifestado que no lo presionen con medidas radicales sus seguidores de PL, ni tampoco le exijan que los únicos planteamientos que tiene que aceptar sean de PL, porque entiende que sería un error ejercer el cargo de Presidente a partir de lo que diga un solo partido. En consecuencia, ha precisado que no puede designar para el gabinete ministerial y cargos públicos sólo a correligionarios por el hecho de ser de PL. Si lo hace, estaría haciendo lo mismo que hicieron los apristas, acciopopulistas, fujimoristas, etc. Y agrega en torno al debate constitucional que la Constitución la cambiará “sólo si el pueblo lo pide”.
Es evidente que vamos llegando al tiempo en el que las acciones más allá de los dimes y diretes determinarán el futuro claro u oscuro que el destino le tiene deparado al Perú. Un punto de partida será la designación del nuevo gabinete ministerial este 28 de julio y el mensaje inicial de su gobierno. Sin embargo, para los que no saben de historias comparadas, aunque las distancias y componentes históricos sean diferentes, hay que anotar que en sus primeros años el chavismo tuvo ministros para nada pro-socialistas, y como el propio Chávez lo revela en entrevistas públicas:
“Mijo, me llegó una lista inmensa de propuestas ministeriales, con gente ducha en la materia, pero escuálida, oligarca. Entonces dije, viendo a mi gente, ni yo sé gobernar ni estos saben administrar el estado, porque no hay universidad que te prepare para esto; queda claro que es mejor darnos una tregua y echarnos a aprender en pleno gobierno. Oye tú, sabes mucho, pero no tienes idea de cómo se manejan estas cosas, así es que nombraré a este fulano oligarca en el ministerio y tú serás su sombra hasta que aprendas el teje y maneje de estos asuntos del Estado hermano. A ti te estoy hablando Jesse, igual contigo es la cosa Tarek, Aristóbulo, Nicolás… Incluso tu José Vicente junior...”
Como epílogo, a propósito de cuarteles, se anuncia la renuncia del general Astudillo al cargo de Jefe del Comando Conjunto de las FF.AA., de quien comentan tiene denuncias “por robo de combustible” similares a las del general Donayre. Y ante el panorama político, para evitar probables desaires, el equipo de Castillo ha planteado no llevar a cabo el saludo tradicional de reconocimiento de las FFAA al nuevo jefe de Estado. Entre tanto el jefe del partido político PL anda arengando a sus huestes para que su invitado a ocupar el cargo de jefe de Estado, sienta la presión de las masas que lo llevaron al poder para hacer la revolución en el Perú bicentenario.
Desde esta tribuna, sólo aspiramos a que Castillo haga un gobierno honesto, lo cual ya sería, como diría Barrantes, una revolución.