Relatos Mesiánicos
A propósito de “La pulga”…
La primera vez que lo vi a Messi fue en el Metropolitano de Barquisimeto por la Copa América Venezuela 2007, frente a Perú que tenía como DT a Uribe (09/07/2007). Sin duda, de sus pies brotaban jugadas “maradonianas". Y de alguna manera lo relacioné con el gran Diego, pues vino a mi mente la noche aquella que alcancé a ver al “pelusa" en el Nacional de Lima contra la “U" (18 de diciembre de 1981), en un amistoso que mantuvo a los hinchas casi todo el partido con la duda de haber sido estafados, debido a que no habían síntomas de su presencia en el campo. Ya Diego brillaba en Boca, pero aún no había triunfado con la albiceleste. Eran tiempos donde las transmisiones de las ligas extranjeras eran más radiales que televisivas. No existía la tecnología de internet que en la actualidad hace que jugadores que tal vez nunca veamos en un gramado de juego, como Mbappé, Haaland, Hazard, nos sean familiares. Por eso el público andaba angustiado al no ver jugadas descollantes del que decían era Maradona. Acompañaba al pibe de oro, el flaco Gareca, pero la prensa internacional sólo hablaba de Diego, la revelación del fútbol argentino, quizás por ello casi no recuerdo a Gareca. Lo cierto es que el público aquella noche se sintió estafado. Hasta que en la agonía del partido se produjo una bolea acrobática que hizo suspirar al estadio. Era Diego indiscutiblemente el que probaba su presencia en el José Díaz. Ganó la “U" con gol de penal a la histórica Boca del ídolo argentino.
Pero ahora estaba frente a la Pulga, Lio Messi, en medio del caliente atardecer Barquisimetano. Lio hacía sus pininos en la albiceleste. La 10 le pertenecía al indiscutible Riquelme, Tévez hacía diabluras, Pablito Aimar era su ídolo, Gago, Lucho González, Rodrigo Palacio, Mascherano eran insustituibles. Sin embargo, “la pulga" venía de momentos de gloria con el barsa: un had trick contra el Madrid que le valió el empate y otro momento estelar en las semifinales de la Copa del Rey contra el Getafe, cuando eludió a cinco jugadores, portero incluido, e hizo el segundo gol de su equipo. Genialidad que le dio la vuelta al mundo y donde lo compararon con el histórico gol del siglo de Diego a Inglaterra, en el Mundial de México 86.
En esta ocasión acudía a la cita balompédica no como aquella vez en el Nacional de Lima, como hincha canillita, sino que me tocó narrar el match para los radioaficionados venezolanos. Venía de narrar Perú vs Uruguay en Mérida, donde el team Inca había iniciado la competencia con un fulminante 3 a 0 sobre el equipo charrúa, luego narré la caída ante la vinotinto en Pueblo Nuevo por 2 a 0 y el empate a 2 contra Bolivia nuevamente en tierras merideñas, para finalmente llegar a la crucial transmisión de cuartos de final de la competencia donde Perú enfrentaba a la poderosa albiceleste que venía herida de la Copa América peruana (2004), donde había llegado a la final y caído estrepitosamente frente a su histórico rival Brasil en tanda de penales. Era candidato indiscutible al título en esta edición de la mano de su joven promesa Lionel Messi. Sin embargo, una vez más sucumbiría ante el scratch brasilero en la final de Maracaibo por 3 a 0. Como nota anecdótica para nuestros medios, y prueba de los avances de la tecnología, nuestras transmisiones fueron gratamente observadas por cadenas comunicacionales como ESPN, FOX, entre otras, debido a la innovada forma de transmisión que realizamos a lo largo de la Copa gracias a la magia de internet, sin utilizar la clásica “línea muerta" que para aquel momento continuaba siendo la línea telefónica. Lo cual reducía los gastos de emisión y permitía que nuestras transmisiones fueran mucho más extensas que las habituales, ininterrumpidas si así lo decidíamos, hasta por 12 horas continuas, llamando la atención de colegas argentinos, brasileños, uruguayos, chilenos, mexicanos, que nos visitaban.
Pero volvamos al Messi de aquellos años, que tenía que quedarse con las ganas de levantar la Copa América hasta el reciente 2021. Aún tenía a Frank Rijkaard en el banquillo del barsa y a Ronaldiño como su máxima figura, estábamos próximos a aprestarnos a ser testigos del dream team de la era “Pep" Guardiola y de quizás los años más emblemáticos de la liga española. Esa tarde Barquisimetana Argentina jugó a placer y goleó a Perú 4 a 0, con 2 goles de Riquelme, uno de Messi y otro de Mascherano. Uribe colocó a Guerrero y Pizarro para un supuesto planteamiento de contragolpe con 5 en el fondo, pero qué va, el espectacular dominio del balón y grado de atrevimiento de Messi y compañía desequilibró a la zaga peruana dejando a Leao Butrón a expensas de una inevitable goleada y eliminación del evento.
Aquella no fue la única vez que narré un partido con la pulga de protagonista en Venezuela. Hubo otra cita mundialista en el marco de las eliminatorias al mundial Brasil 2014 en la que Argentina visitó el estadio José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz, un 11 de octubre de 2011. Ya Messi lucía el 10 en la espalda con la albiceleste, pero continuaba en deuda con la hinchada gaucha de levantar alguna copa mundialista o sudamericana.
Nuestra tardía llegada al hotel 5 estrellas de Lecherías para las acreditaciones respectivas a nivel de la Confederación Sudamericana de Fútbol, hizo que tuviéramos que dirigirnos al estadio para registrarnos e ingresar a ubicarnos en nuestras respectivas cabinas de transmisión del match, sin mayor coordinación telefónica. Pero, como eran tiempos computarizados, con un módem USB, inmediatamente tuvimos acceso a transmitir las secuencias pormenorizadas del encuentro. El contrapunteo político del país ya desde la Copa América del 2007 jugaba un partido aparte en la afición vinotinto, con Diego, Hugo Chávez y Evo Morales dando el play de honor del inicio de aquella copa en San Cristóbal. Habían pasado algunos años de aquella memorable copa y a Dios gracias los buenos resultados de la era Farías calmaban las pugnas extrafutbolísticas de uno y otro bando político. Sin embargo, la extravagante presencia del Gobernador de turno, Tarek William Saab, maquillado y con tacones hizo que la prensa no pudiera evitar dejar de reflejar su dislocado aspecto en la rueda de prensa mundialista. La poderosa Argentina aquella noche salió con una ráfaga de buen fútbol que sólo le duró como un cuarto de hora. Luego se fue diluyendo al ritmo del crecimiento evidente de Arango, Rondón y la garantía bajo los tres palos de Renny Vega, que le tapó un soberbio disparo a Messi ni bien iniciado el juego. Pasó al revés que con Diego en el Nacional de Lima, es decir, desapercibido casi todo el partido para aparecer al final del match, mientras que en esta ocasión transcurrido aquel cuarto de hora inicial todo el mundo se preguntaba qué le pasó a Messi dónde está el “Messías".
Pero había algo más en el rendimiento físico de los jugadores que las cámaras de televisión que transmitían el partido no lograban captar. Desde el ras del campo se podía apreciar como una especie de espejismo, una ilusión óptica en medio de las piernas de los futbolistas, un vapor de calor como si se estuviera contemplando una superficie líquida que, en realidad no existía. La frente de los jugadores y su exorbitante sudor, daban la impresión de estar derritiendo a Messi y compañía. Era un literal baño sauna. Esa fue la impresión que se llevaron los argentinos al terminar el encuentro, y no fue la escusa ante el resultado adverso que tuvieron, sino una realidad de la cual fuimos testigos. Andábamos empapados reporteros, narradores y comentaristas. Si lo dudan, pregunténle a Rómulo Guédez, nuestro genial “vallerito" que aquella noche hizo de locutor comercial, en medio de una deshidratada narración.
Un tiro de esquina del experimentado Juan Arango propició un soberbio cabezazo de Fernando Amorebieta, quien militaba en el Atlétic de Bilbao, para decretar el gol del histórico triunfo de la vinotinto frente a la poderosa selección Argentina. Por las mejillas de Messi caían gotas de sudor -más no de lágrimas, como las de hace unos días en Barcelona-, producto del temporal de bochorno que se vivió en el gramado de juego. Cabizbajo, mirándose los unos a los otros, Higuaín que era el arma de gol del Real Madrid, Pablo Zabaleta, Di María, no le encontraban explicación a lo sucedido.
Sabela hizo el intento de revertir el marcador, colocando a Banega, Rodrigo Palacio y Javier Pastore, pero qué va, no hubo reacción en el equipo. Quién iba a pensar que aquella noche, la Vinotinto le había ganado al equipo Argentino que poco tiempo después llegó a disputar la final del mundial de Brasil 2014 frente a Alemania, quizás ante un calor superior al de Puerto La Cruz.
Lo cierto es que estábamos ante el mejor jugador del momento, como lo habían ratificado revistas como France Football que le había concedido el Balón de Oro y la FIFA lo designó Mejor Jugador del Mundo. Ambos premios se unificaron en el FIFA Balón de Oro, que venían recayendo sobre el argentino en sus tres primeras ediciones (2010, 2011 y 2012) y de nuevo en 2015. Pese a ello, con la victoria de España en el Mundial de 2010, algunos de los compañeros de Messi en el F.C. Barcelona habían logrado incluir en sus vitrinas todos los trofeos posibles; pero para el argentino, ésta seguía siendo una tarea pendiente. A pesar de su contribución, y excluyendo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, los resultados con la selección argentina habían sido mediocres. En el Mundial de Alemania (2006) sólo llegó a los cuartos de final. En el Mundial de Sudáfrica (2010), con el legendario Diego Maradona como técnico fue vapuleado por Alemania igual en los cuartos de final. Finalmente en el Mundial de Brasil de 2014, pese a no llegar a la cita mundialista en su mejor versión, pues había culminado la era Guardiola, llegó a la cima del certamen, sin mayor brillo que los resultados que poco a poco le fueron abriendo el camino a la final frente a Alemania. El sueño de conquistar el preciado título quedó otra vez pospuesto para Messi en Rusia 2018, donde fue eliminado por Francia, con gran actuación del que hoy es su compañero de equipo en la ciudad luz, Kylian Mbappé.
A puertas de un nuevo mundial, esta vez en Qatar, da la impresión que nos aprestamos a observar la última versión de Messi en su intento por reverdecer viejos laureles como la Champions League de la mano del PSG parisino. Se le acaban de cumplir algunos deseos a la hoy “leyenda activa” del fútbol mundial: haber ganado la Copa América 2021, volver a reeditar la magia que brotaba junto a su par brasileño Neymar tras la era post Guardiola en el Barsa de Luis Enrique; ahora con su paisano Pochettino en el PSG y con su dupla goleadora incluida, Di María. Y lo más importante, haberse quitado de encima el drama directivo del Barcelona y su cruda fanaticada, para llegar a rendirse a los pies de la Torre Eiffel y sentir la brisa del Senna, el calor de Paris y de los “monsieur y madame”, fanáticos del MESSIas argentino.