VALLEJOPATÍA

JORGE CARRION RUBIO
17 min readJan 3, 2022

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Me piden que explique el por qué relacionar a Arthur Fleck con el poeta de Los Heraldos Negros. He aquí algunas reflexiones y fijaciones en voz alta al respecto. Para ello qué mejor que introducirnos al tema citando al escritor y periodista británico G. K. Cherteston, quien solía decir que las herejías son «verdades que se han vuelto locas». Y esto es lo que nos refleja el mundo a manos llenas: viejas verdades cristianas trastocadas por dogmas inconmovibles de la modernidad. Así renace el buen salvaje de Rousseau, con el tema central de la película en la que Arthur pretende ser bueno pero la sociedad lo tortura y transforma en un monstruo. Joker pasa del cartoon que conocíamos cuando niños como supervillano, a ser víctima de una sociedad enferma.

El mundo civilizado en el que vivimos ha decidido que determinar la culpabilidad o la inocencia de los hombres es cosa demasiado importante para confiarla a peritos en la materia. De tal suerte que decide confiar en hombres que no sepan de derecho, es decir, para descubrir el espacio y sistema solar confiamos en sabios, mientras que para descubrir y salvaguardar la complejidad del ser humano, la salud mental y su sociabilización, confiamos en hombres balurdos, amorales, antiéticos e inhumanos.

Debo confesar en un primer momento que esta relación “Vallejópata” comenzó mucho antes que Todd Phillips siquiera tuviera en mente realizar esta alucinante película y mucho antes aún que Joaquin Phoenix se interesara en interpretar este tipo de personajes. Y nació una tarde en la que atravesaba el valle sagrado de los Incas, Urubamba, allá en nuestro Cuzco imperial. Iba camino a Aguas Calientes para agarrar el tren que me conduciría a conocer la impresionante ciudadela de Macchu Picchu. Iba acompañado de las excentricidades de un primo de origen cuzqueño, pero con raíces japonesas llamado “Masahiko”, quien carecía de la malicia de los hombres de la ciudad cada vez que solía visitarnos en la inmensidad limeña. Por las calles nocturnas de la ciudad señorial se pasean algunas “damas caballeros”, tan bien acicaladas y con provocativos bikinis que muchos varones principalmente pasados de copas terminan lanzándoles uno que otro atrevido piropo y dingolondango. Así acontecía con Masahiko, que pese a no beber, por su inocencia pueblerina casi siempre volvía enamorado:

Pupupucha primo, están buenotas. Una de ellas me ha mimi mirado con unos ojazos y me ha pedido mi teléfono con una voz de tete tenor que casi me caigo de espaldas primo. Soy capaz de queque quedarme unos días más. Pero ya será para mi próximo viaje, ya tete tengo mis pasajes comprados.

Parte de este párrafo era un poco ininteligible para mis oídos, pues Masahiko sufría de una ligera disfemia, trastorno de la comunicación que se caracteriza por interrupciones involuntarias del habla que se acompañan de tensión muscular en cara y cuello. La misma que se acrecentaba en momentos de mayor preocupación, miedo o estrés.

Un buen día me contó la razón de su retorno al Perú después de muchos años de haber radicado en la tierra del sol naciente, Japón. Había subido al tren bala Shinkansen para retornar a su hogar tras un agobiante día laboral allá en Tokio. La mirada de Masahiko por naturaleza es una mirada extraviada, perdida, de fábrica. Muchas veces conversaba con él y daba la impresión que no me prestaba atención pues sus ojos apuntaban en otras direcciones. De pronto, una mujer que andaba en minifalda sentada frente a él en el vagón del tren japonés comenzó a gritar acusándolo de estar siendo acosada por los ojos perdidos, libidinosos de Masahiko que supuestamente se fijaban en sus piernas. La alarma se encendió, detuvieron a Masahiko. Se agravó el asunto al detectarlo nikkei. El término Nikkei [日系], apócope de nikkeijin, designa a los emigrantes japoneses y sus descendientes. Y Masahiko era un caso peruano, donde se les conoce como comunidad nikkei a la formada por los inmigrantes nacidos en Japón y sus descendientes nacidos en el Perú.

Tras este lamentable sucedo descubrí que en el Japón, país del primer mundo, las leyes andan detenidas en el siglo XV, en lo que atañe al trato a los sospechosos siguen basándose en gran medida en obtener declaraciones mediante tortura y malos tratos. Aunque Masahiko decidió no dar mayores detalles de lo que ocurrió tras su detención y posterior deportación al Perú, su evidente disfemia nos hace suponer lo peor. Pudo haber sido maltratado y quizás estuvo a punto de ser condenado a muerte, como aconteció con Iwao Hakamada, quien tras ser acusado de provocar un incendio, robo y asesinato de los miembros de una familia que regentaba la fábrica en la que trabajaba, soportó 23 días de interrogatorios de hasta 16 horas diarias, siendo duramente golpeado y amenazado, sin permitirle prácticamente dormir, comer, beber o ir al baño. Cayendo rendido un 6 de septiembre de 1966, firmando una declaración en la que se inculpaba del asesinato múltiple, del robo y del incendio. Hace poco, 46 años después salió en libertad condicional. Si el estado japonés de verdad defendiera lo que el movimiento olímpico predica, hubiera sido posible ver a Iwao encabezando a la selección olímpica japonesa en el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio, que encabezando la lista mundial de las personas que más tiempo han pasado en prisión esperando ser ejecutadas por un crimen que muy probablemente nunca cometió.

Masahiko poco habla de aquello. Sólo atina a responder, cuando uno le infiere si ha pensado en retornar al Japón:

- No primo, no hay nada mejor que nuestro Urubamba. Yo soy fefe feliz haciendo taxi por aquí.

Y no exageraba en describir su felicidad, parecía que la tocaba con su sonrisa aquella tarde que de un momento a otro decidió detener el auto que nos llevaba a Macchu Picchu, frente a la casa de una de sus adorables amigas. Primo, me dijo, te voy a presentar a una adorable amiga que ha sido mi novia. Y mientras me la presentaba, aquel rededor que adornaba la casa de campo, lucía unas obras artísticas que parecían no pertenecer a aquel humilde lugar. Pregunté por ellas y la ex novia de Masahiko dijo que su hijo era el autor de todo aquello. Pedí que me permitiera conversar con él y de pronto descendió por unas escaleras artesanales que conducían a un altillo donde presumiblemente dormía la siesta. Era un joven aún que aparentaba madurez a través de su pequeña barba y luego, tras la plática, a través de sus sabios raciocinios. Su nombre, Jesús Dorado.

Veo el mundo triste, no exactamente tal vez triste sino un poco más confusa. Estamos en una época en que las culturas están chocando tremendamente y no llegamos a ubicarnos.

El mayor choque que sientes como artista ¿cuál es?

La influencia, sobre todo en el arte del cuzco, porque estoy ubicado acá, la cultura indígena, la cultura inca en referencia a la cultura occidental, una colisión, por un momento atropellándose una con otra, como una lucha constante, pero creo que como todo en la historia se va coagulando con el tiempo, y en esta época creo que la cultura está un poco convergente en general. Por ejemplo si usted ve, hay cultura china, diferentes tipos de cultura, pero realmente no las entendemos, simplemente las asimilamos de golpe.

Para entender la cultura inca, como artista, que crees que se debe respetar al máximo.

Lo malo de acá del peruano es que solemos darle mucho misticismo. El misticismo está bien, pero también hay que ver la parte real, la parte de cómo está el ande hoy en día. Muchas personas dicen yo provengo de la gente de los andes, yo provengo de tal sitio, mi sangre es inca y todo eso, pero en realidad es un poco irreal todavía. Tenemos una concepción muy primitiva digamos de lo que era la cultura inca, no llegamos a entender.

Una concepción más alturada ¿cuál debería ser?

Creo que falta demasiado estudio. Usted sabe no, durante la colonia se ha destruido lo que era el gran pensamiento inca. Hay un escritor, no sé si podría llamarse filósofo, pero habla sobre el Qhapac Ñan, sobre la simbología andina sin tanta influencia occidental. Si usted lee Inca Garcilaso, tiene bastante de influencia occidental. La cultura andina es mucho más tal vez compleja, mucho más difícil de comprender, incluso por la ausencia de elementos que puedan darnos a entender eso. No hay una originalidad.

Con quién te quedas, por ejemplo, que nos pueda dar un mensaje inentendible pero que crees tú que ahí es donde hay que buscar.

Huamán Poma de Ayala trata de hacer una investigación un poco más sincera, sin mucha mitología, trata de explicar digamos el gobierno en general, como seres humanos, no como algo que fuera extraordinario del todo, porque en todas las culturas somos seres humanos después de todo. Hoy en día tratamos de ver que la tecnología, la tecnología nos hace pensar que ellos fueron muy elementales, pero realmente tuvieron demasiado tiempo. Pasaban más tiempo investigando lo que hacían, cada uno tenía una investigación muy profunda de lo que hacían, de manera que llegar a entender ese tipo de pensamiento es como alejarse de toda la tecnología en general, es llegar a ver la naturaleza como era, porque ellos lo que utilizaban era la naturaleza de forma directa, la física de forma directa, no con tanta ayuda después de todo. Para poder entenderla, no digo que la tecnología esté mal.

Jorge Carrión la tarde aquella en el Valle Sagrado de los Incas descubriendo con Jesús Dorado la excepcional coincidencia: “Justo, es curioso, hoy estaba leyendo un libro de Roger Penrose que habla sobre eso justamente, de cómo la inteligencia artificial podría compararse a la naturaleza en general”.

Haz escuchado sobre la “cibernética” que se comenta, no te parece que eso se podría llevar a la naturaleza. Así como tenemos la perfección de un árbol, la armonía de una planta ¿por qué no hacer lo mismo con la tecnología?

Justo, es curioso, hoy estaba leyendo un libro de Roger Penrose que habla sobre eso justamente, de cómo la inteligencia artificial podría compararse a la naturaleza en general.

Que debería ser creo yo, ¿no?.

Debería ser, pero es un poquito más difícil creo, porque el mismo estado de conciencia no es igual a un sistema computarizado, es muy diferente, creo que nos falta demasiado, y creo que lo que más aún nos falta, es llegar a comprender siquiera eso, llegar a lo que es la conciencia, lo que es la naturaleza, lo que es la perfección misma de la naturaleza. Todo artista parte de eso, de la cuestión sensorial, del color, la música, el sonido, en su forma elemental, porque ese es el detalle de entender la parte elemental de todo, para poder acomplejarlo, para poder entrar a la complejidad del universo.

Mencionaste la parte humana, hay alguien que un poco recoge todo eso, quizás no es un perfeccionista al respecto, pero su voz creo que es un poco la melancolía indígena, y es un poeta, se llama César Vallejo.

Claro, si, me encanta César Vallejo.

No crees que él se acerca más a lo que tu dices. A pesar que vivió en París en un mundo desarrollado.

Claro que sí. El otro día escuchaba una entrevista… ¿cómo se llama este pata que escribió “Cien años de soledad”?

García Márquez.

García Márquez, dice que todas las cosas nacen de la infancia, todas las cosas que después de grandes tratamos de manifestar, nacen de la infancia. Y justamente es lo que hace César Vallejo, su poesía está basada en la nostalgia de su infancia, igual que Arguedas, la de la nostalgia del contacto con el indígena. Habla de ese contacto con la misma realidad. No una cosa ilusionista digamos de ver la realidad desde afuera, sino desde lo más primigenio que es el contacto con las comunidades, el contacto con otra persona. Ahí creo que está el principio general de la sensibilidad del arte.

Y tu sensibilidad refleja eso. Tu infancia la viviste acá?

Bueno, hemos sido un poco, mi familia, un poco caminantes como gitanos. Vivíamos un par de años acá otro año en la ciudad y tal vez ese conflicto se refleja en mi arte en general, entre la tecnología y el conflicto de la naturaleza misma. De todas maneras es un conflicto que llega a afectar en el sentido de la expresión, que a veces no es muy consciente después de todo. Pero como todas las personas tratamos un poco de coagular, amalgamar esto, de forma no conflictiva sino de llegar a la armonía, que después de todo es el fin del arte.

Alguna recomendación a muchos que vienen de afuera y no respetan nuestra cultura, pero no en las cosas que a veces las ensalzamos como bandera, sino en las otras que hemos conversado.

Creo que en general de lo que parto es de la gente. La gente peruana suele ser muy emotiva. Se escucha la música quechua Arguedas, es mucho de sentimiento, pero no quiere decir que esas personas sean tristes, sino que también hay alegría, también hay fiesta, cosas muy bonitas, aparte de Macchu Picchu que es una cosa grandiosa, pero en general en el Valle Sagrado, si usted pasa de pueblito en pueblito hay festividades maravillosas, hay danzas maravillosas, hay costumbres maravillosas que lamentablemente con esa fusión con la parte de afuera, digamos, con la parte occidental, un poco que van evolucionando, tal vez no degenerándose, pero van evolucionando, y también es lindo ver esa evolución, como va avanzando eso.

Y esa evolución nos llevó años después a Montparnasse, la última morada del poeta de Santiago de Chuco. Jesús Dorado recreó para nuestra Fundación Universidad Hispana con los colores de la bandera francesa, un Vallejo parisino, que ha dejado la tristeza para dar paso al glamour de la ciudad luz. Su obra gracias a la cibernética y a su colorido ha tenido una pegada en los jóvenes. Y debido a la inusitada ola migratoria de los últimos tiempos, donde cada vez se hace más común que nuestra juventud emigre por el mundo, su vida y obra del poeta humanitario identificada con esa dimensión desconocida de vivir más allá de las fronteras naturales que te traen al mundo, ha dejado de ser una exclusividad octogenaria. Por donde quiera que van nuestros versos, nuestros discursos, nuestros concursos alrededor del tema migratorio, aparece la figura poética filosófica de Vallejo, retratado tras este breve encuentro, único, tal vez irrepetible.

Volviendo a la relación con “el bromas”, como le dicen a Arthur Fleck en España, y recordando el coraje que causa saberse acusado siendo inocente, ubico el acto de desagravio tributado por el Poder Judicial al poeta César Vallejo por la carcelería de 112 días que sufrió entre 1920 y 1921. En una emotiva ceremonia, celebrada el miércoles 14 de noviembre de 2007 con una masiva concurrencia, el Presidente de la Corte Suprema dijo que la muestra “es un acto de mea culpa hacia el poeta peruano César Vallejo Mendoza, por los 112 días de injusta detención carcelaria, acusado de un crimen que no cometió”. Entonces 88 años después de aquel trágico momento se repite la escena injusta del japonés Iwao, y también vuelven fijaciones relatadas por el niño Ciro Alegría, notable escritor peruano, alumno de Vallejo, que alguna vez escuchó decir del poeta:

No, no, mi señora… Ese Vallejo, si no es un idiota, es cuando menos un loco.

Y preocupado por ser su maestro también relata:

Corrió la noticia de que nuestro profesor había sido asaltado durante la noche por un grupo de individuos que trataron de cortarle la melena. Él se había defendido dando feroces puñetazos y puntapiés.

Vallejo era motivo de burlas y abusos continuos por su apariencia melenuda y su condición de hombre pensante, meditabundo, solitario. Y más aún por su condición de ser un humilde maestro.

— ¿Crees que ser profesor es una gran cosa? Y todavía ser el último profesor de un colegio, el de primer año… Un “muertodehambre”…

Solía escuchar estos desprecios de su maestro, concluyendo que:

Recién comencé a darme cuenta del desdén con que se mira a los profesores en el Perú. El chico que hablaba era miembro de una de las grandes familias de la ciudad, e hijo de un médico famoso. Estaba muy pagado de todo ello y, para terminar de apabullar al pobre profesor, dijo:

— Ni siquiera como poeta sirve… mejor es Chocano. Es lo que dice mi padre, que sabe lo que habla.

Pero sin duda, fue la prisión en una cárcel de Trujillo, como el mismo lo poetizó, el momento más grave de su vida. Este acontecimiento lo marcó en su vida y en su obra. Incluso en su no retorno al Perú, pues hay cartas dirigidas a su hermano y a su abogado desde París en la que suplica demuestren su inocencia ante la maquiavélica corte de la época, que nunca se dio. Y no podía darse porque de por medio habían intereses de explotación en las minas de Casagrande y Quiruvilca que traían a escena a un juez ad hoc que ejercía como abogado de estas empresas, de manera que cualquier elemento pensante inmerso en las revueltas del momento, era un blanco a silenciar, incluso con la muerte. El joven Vallejo no sólo es partícipe físicamente de estos motines de protestas, sino intelectualmente publicando su novela El Tungsteno. Adicionalmente escribe en el periódico anarquista del momento, La Reforma, de su gran amigo Antenor Orrego, y coincidentemente los bolcheviques aparecen en la política peruana. Orrego, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Carlos Valderrama y más adelante Ciro Alegría, son blancos supuestamente anarquistas y bolcheviques que había que condenar, como en efecto lo hizo con Vallejo, el juez Elías Iturri Luna Victoria.

El escritor y abogado Eduardo González Viaña, ha investigado al respecto que el juez inventó toda una serie de actuaciones para hundir a Vallejo y puso un supuesto fiscal inexistente en el caso. Más adelante este invisible ciudadano manifestó no tener nada que ver con el caso y peor aún manifiesta no conocer Santiago de Chuco. Sin embargo, después inventa un testigo, una supuesta confesión de un tal Pedro Losada, militante anarquista, quién fue el verdadero ladrón de fusiles que asesinó a dos gendarmes. González Viaña ha descubierto que la supuesta declaración de Losada contra Vallejo y su firma eran falsas, de acuerdo a declaración del abogado de Vallejo, pues Losada era analfabeto. Lo cual propició que el juez pida la presencia de Losada en Santiago de Chuco a fin de que confiese su verdad. Pero a mitad de camino fue asesinado. Siendo todo este escenario dantesco para la carcelería que a la postre sufriera Vallejo en Trujillo, dando origen quizás a los parafraseos ininteligibles a simple vista del famoso poemario Trilce.

De acuerdo a González Viaña:

Vallejo que no es el poeta llorón ni mucho menos. Es un poeta revolucionario. Es más, Vallejo sí participó en el incendio, tampoco lo vamos a negar. Pero qué se quería: ¡habían matado a su mejor amigo! (Andrés Ciudad) Vallejo, durante el incendio, se sube por los techos en busca del criminal Dubois, pero no lo encuentra. Es más, Vallejo, en su camino a Santiago de Chuco, ha parado en Huamachuco, donde hay un círculo literario que le hace un homenaje. En el agradecimiento, él, que ya era el poeta de Los Heraldos Negros, les ha dicho: “Jóvenes, hay que luchar, y si es preciso, hay hasta que cometer un crimen”.

Hay elementos “Arthur Fleckianos”, si se me permite el término, en esta trama vallejiana. Incluso hay relaciones primigenias entre el poeta con las raíces de los paladines del proceso revolucionario que años después serán parte de la historia contestaría del Perú. Como es el caso de un supuesto acercamiento entre el poeta y Rita Uceda, madre de quien más adelante en la historia sería el emblemático guerrillero peruano Luis de la Puente Uceda. A quien le dedicaría aquellos versos famosos: Qué estará haciendo esta hora mi ansiada y dulce Rita de junco y capulí… Y de su experiencia magisterial, como maestro de primaria de Ciro Alegría, también se agrega un alumno, llamado Alfredo Tello Salavarría, como bien lo anota González Viaña, quien va a convertirse con los años en el jefe civil de la Revolución de Trujillo.

Transcurridos los 112 días en prisión el proceso judicial nunca se cerró. Vallejo fue liberado en virtud de una excarcelación provisional. Tras muchas cartas con su hermano y abogado en Europa terminó por convencerse que no podría volver jamás a su patria, pues la eterna cárcel siempre lo esperó.

Una vez más su amigo Orrego lo salva, tras descubrir que su sobrino Tulito Gálvez Orrego recibe una herencia y que le ofrece viajar a París, le sugiere al sobrino que le otorgue la oportunidad del viaje al cholo Vallejo, como cariñosamente lo llamaban durante su estancia en Lima. Y esto debido a que el conciliábulo intelectual limeño y norteño no sólo lo ignoraba, sino que hasta lo detractaba. Como es el caso de la revista Variedades, que textualmente responde:

“… Nos remite usted un poema titulado El poeta a su amada, que en verdad le acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía.

Amada: en esta noche tú te has sacrificado
sobre los dos maderos curvados de mis besos
Amada: y tú me has dicho que Jesús ha llorado
y que hay un viernes santo más dulce que mis besos.
¿A qué diablos llama usted los maderos curvados de sus besos? ¿Cómo hay que entender eso de la crucifixión? …

Hasta el momento de largar a la canasta su mamarracho, no tenemos de usted otra idea sino la de deshonra de la colectividad trujillana, y de que si descubriera su nombre, el vecindario le echaría lazo y lo amarraría en calidad de durmiente en la línea del ferrocarril. . .” (sic)

Y otra no menos lacerante afrenta contra el poeta, recopilado por su viuda Georgette Phillipart, reflejado en el libro Vallejo — Obra Poética Completa (1974) de Mosca Azul editores, un artículo titulado “La Justicia de Jehová”, firmado por Julio Víctor Pacheco para el diario La Industria.

“Ese hombre (Vallejo), señor, entona himnos a la verde alfalfa, tal vez el instinto arranque de regresivo apetito familiar… asegura con la mayor frescura que “las carretas van arrastrando una emoción de ayuno encadenado”, Quiere también ser panadero y llevar en su corazón un horno… Quiere vivir tocando todas las puertas, y dice que sus huesos son ajenos y que él es un ladrón…”

Entonces Tulito Gálvez viaja con Vallejo a París y allá viven juntos. Al final Tulito se muda a España y muere combatiendo por la República, mientras Vallejo fenece de poesía en París con aguacero, dedicado al dolor de aquella guerra civil española. Si habría sobrevivido a la enfermedad que lo mató, y hubiese retornado al Perú, de algo estaba seguro, habría terminado en una cárcel de Trujillo, de donde no se podía salir sino loco o muerto.

«El libro ha nacido en el mayor vacío»…… «Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca, quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad»…..

Vallejo, asume su responsabilidad poética y su obra relacionada con el valor de la libertad, pero también asume el papel de un joker controlado por la sabiduría y mensaje humanitario de sus versos.

«Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en el libertinaje! ¡Dios sabe hasta que [sic] bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir de a fondo para mi pobre ánima viva.[sic] Y ¡cuántas veces me he sorprendido en espantoso ridículo, lacrado y boquiabierto, con no se [sic] qué aire de niño que se lleva la cuchara por las narices! En este momento casi revivo todo el fragor que dió vida a “Trilce” y a los “Heraldos negros”…………»

A manera de epílogo, llegamos a la cima de Macchu Picchu con Masahiko, para despedirnos de estas “vallejopatías” en voz alta, acompañados del Cóndor Pasa, interpretado en idioma originario por una caribeña que no tiene la menor idea de aquel idioma milenario y sin embargo, como nos pasa con algunos versos carcelarios de Trilce, nos damos cuenta que entendemos al artista originario que sale de los versos, de los labios y la melodiosa y magistral voz de la intérprete. Y trasciende la montaña, como trasciende la poesía de Vallejo, libre.

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JORGE CARRION RUBIO
JORGE CARRION RUBIO

Written by JORGE CARRION RUBIO

Soy tal vez aquella brisa que acaricia tu existencia, es decir, escritor, poeta, periodista, hombre de a pie. Si me buscas en google reconocerás mis pasos…

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